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Instituto Sonorense de Cultura

Instrucciones de uso para un domingo

                                                                                                                                                                                                                                We're just two lost souls swiming in a fish bowl

Hace poco, el escritor mexicano Federico Guzmán Rubio escribió en su Twitter: “La literatura no sirve para aprender nada. De hecho, la literatura no sirve absolutamente para nada, El único motivo para leer literatura es para aplazar la muerte”. Huelga decir que el tweet en cuestión sirvió como una chispa incandescente para inflamar un debate sobre la utilidad, valía y en última instancia, importancia de la literatura.

La literatura comparte esa particularidad de la polisemia y hasta cierto punto, de la relatividad salvaje: todos debemos ser capaces de tener una respuesta a esa pregunta. Podríamos recordar a Camus y pensar que la literatura −junto con el fútbol, en el caso del escritor francés− puede salvar la vida. Podríamos pensar en aquel discurso que dio Sergio Pitol en la Universidad Veracruzana donde sustentó su visión lúdica de la literatura, Podríamos coincidir con la visión un tanto nihilista del propio Federico Guzmán Rubio o quizá reencontrarnos con esa visión que va del esoterismo a la distopía de Philip K. Dick sobre los resortes ocultos de la literatura que funcionan como oráculos y demiurgos apocalípticos que nos dictan la circularidad del tiempo.

Cada quien tiene su respuesta. El domingo, en la 23 edición de la Feria del Libro de Sonora (FELISON), optamos por pensar que la literatura es un portal dimensional que nos hace coincidir con personajes de ficción.  Si cuando terminamos de pasear por los stands de libros que habitan la Feria del Libro nos detenemos a ver la plaza Bicentenario, no sólo veríamos a dos escritores sentados en el centro de ésta (dos escritores sonorenses que han construido una carrera destacadísima: Carlos Padilla y Gerardo Jacobo), sino que si ajustamos la mirada, podríamos ver, en los márgenes de la vista y en la frontera de la realidad, a un soldado yaqui y a una joven japonesa. Esa pareja de personajes, disímbolos, extrañísimos y en principio, antinaturales, estarían buscando lo que todos buscamos en el refugio de nuestra soledad: un propósito.

Se trata de Juan Mateo Matus y Akane Otori. El soldado, ya entrado en años, camina con ese rigor militar que se le supone a la milicia. La joven japonesa, al contrario, tiene un movimiento que a uno le hace pensar en una especie de abulia existencial. Los dos caminan en los márgenes de la Plaza Bicentenario. Son los personajes con los que se construye la novela Dos Peces del propio Gerardo Jacobo y ganadora del Premio del Libro Sonorense en 2022. Un libro que se construye a partir de una propuesta estilística elegante y creativa, que une imaginarios en teoría imposibles de ligar, pero que los une desde esa búsqueda tan humana del propósito vital.

Suena “Wish you were here” de Pink Floyd. We're just two lost souls swiming in a fish bowl. Y de pronto, ni Matus ni Otani se encuentran. Ha sido una ensoñación. El poder de la literatura.