Memorias que no deben caer en el olvido
Lo ocurrido en Sonora, con respaldo del entonces secretario de gobierno, Luis Echeverría, y del propio presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, fue una especie de preámbulo para lo que luego ocurriría el 2 de octubre de 1968: la sangrienta represión estudiantil a manos del estado, no precisamente en relación directa, sino como un ejemplo de la poca tolerancia, el abuso de poder y el uso de la violencia estatal como medida de coerción social.
“El fantasma de la represión asoma”, lee Córdova-Verdugo, cuando el ejército toma la Universidad y los miembros de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Sonora (Feus) tuvieron que exiliarse en Tucson, Arizona.
Quizá como una especie de génesis en el activismo sonorense —que encontró su punto álgido a principios de la década de 1970 con jóvenes más politizados—, lo ocurrido en 1967 pone de manifiesto la hybris de los grupos de poder-gobierno, empresarios y medios de comunicación, la paranoia de la retórica anticomunista y los movimientos sociales que surgen en respuesta a la crisis política y a la decadencia del período del “milagro mexicano”.
Te invitamos a asistir al ciclo de charlas “Acá en Sonora” en el Museo de Culturas Populares e Indígenas de Sonora. Consulta la agenda de actividades en isc.sonora.edu.mx y en redes sociales @iscsonora.